Imagen de Erich Westendarp en Pixabay |
La censura en la literatura es el acto de eliminar o modificar ciertos elementos de una obra con algún tipo de fin. Esta práctica nos ha acompañado desde siempre, algunas veces ejercida por la iglesia, otras por un gobierno autoritario o también por grupos de ideologías radicales, casi siempre de extrema derecha, pero hay excepciones, tal y como veremos más adelante.
Quizás sea la literatura infantil y juvenil (LIJ) la que más sufre la censura a día de hoy. La causa es doble: por un lado, la sociedad en general tiene una visión edulcorada y romantizada de la infancia, como si las criaturas fuesen angelitos caídos del cielo llenos de inocencia. Esta perspectiva hace que se intenten alejar de las criaturas ciertos contenidos que supuestamente son violentos, terroríficos, sexuales o, simplemente, "inapropiados".
Ilustración del álbum Donde viven los monstruos de Maurice Sendak |
¿Pero quién dicta lo que es o no es inapropiado? Sin ir más lejos, Donde viven los monstruos de Maurice Sendak fue censurado porque las familias pensaban que los dibujos del álbum ilustrado les darían miedo a sus criaturas. Destino que también sufrió otro de sus libros, La cocina de noche, pues al público adulto le incomodaba la desnudez del protagonista. Además, tampoco gustaba que en ambos casos las familias de los dos niños protagonistas no tuviesen relevancia en la historia.
El mismo argumento se usó años más tarde para criticar Pocoyó, pues este programa presentaba a un niño sin ningún tipo de figuras parentales. ¿Será que quieren proteger a las criaturas o controlarlas?
Portada del libro For every child, a better world, de la rana Gustavo |
De forma similar, un libro de la rana Gustavo (sí, el de Barrio Sésamo) casi fue prohibido en un colegio por tratar temas demasiado duros, como la pobreza infantil. De nuevo, el supuesto objetivo era proteger su inocencia, ocultándoles el mundo real. ¡Si las criaturas pueden sufrir pobreza, también deben saber de qué se trata!
El segundo problema es la figura de la persona o personas mediadoras, aquellas que escogen las obras para las criaturas. En unos casos son las familias, quienes les compran (o no) los libros, y en otros es el centro escolar o el profesorado. Si, por ejemplo, la gran mayoría de personas adultas consideran que un contenido no es apto para menores, las editoriales no se arriesgarán a publicar una obra de LIJ con ese tema.
Por lo tanto, como las personas mediadoras tienen ese afán de sobreprotección de la infancia, se crea al rededor de la LIJ una tormenta perfecta de censura y cancelación. Hoy en día, muchos temas antes considerados tabú para la infancia, como la muerte o la sexualidad, comienzan a hacerse paso en este terreno. El libro Tu cuerpo es tuyo de Lucía Serrano es un ejemplo de LIJ sobre la prevención de abusos sexuales a menores.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Recordemos que hace un año una demanda de un grupo conservador consiguió censurar 32 libros LGTBI repartidos por el ayuntamiento de Castellón a distintos institutos públicos, y aunque más tarde sería anulada su retirada, el daño ya estaba hecho.
¿Cuál es el fin real de este tipo de censura? Lejos de la protección de la infancia, lo que busca es controlar y adoctrinar a las criaturas en un pensamiento único, sin posibilidad de poder ver un discruso diferente. Es como obligarles a vivir en la caverna de Platón, donde grupos autoritarios proyectan las sombras. No digo que dentro de toda esa vorágine no haya familias verdaderamente preocupadas, pero la verdad es que flaco favor le están haciendo a sus criaturas basando su felicidad en la ignorancia.
Pero esta historia ya nos la sabemos. Yo quiero hablar sobre todo de otra censura, o más bien, cancelación, ejercida por grupos más progresistas (o eso parece). En una escuela pública de Barcelona, por ejemplo, se retiraron 200 libros infantiles por considerarlos sexistas y tóxicos. Entre ellos, se encontraban clásicos de la LIJ como Caperucita Roja o La bella durmiente.
Negar que esos títulos son machistas sería negar que el cielo es azul. Los cuentos clásicos, fruto de las sociedades que los concibieron, fomentan el tipo de valores que en aquella época y cultura eran los correctos, relacionando la masculinidad con la valentía del héroe que debe salvar a la princesa frágil y asustada. La visión del amor también resulta muy tóxica, ya que la figura de la mujer se convierte en trofeo del hombre como premio por sus hazañas.
Por otro lado, las criaturas son MUY influenciables, ¡sus cerebros son esponjas! No sería la primera vez que tenemos una desgracia porque a alguna se le ocurre imitar a Superman... El fin de estos actos de censura es, por lo tanto, otro muy distinto: evitar la exposición de valores tóxicos y machistas, en fomento de la igualdad.
Sin embargo, a la gente le choca cuando ve a la izquierda usando una herramienta de control de la que siempre se ha aprovechado la ultraderecha. ¿Es que la censura está mal solo cuando la ejercen quienes no nos caen bien? ¿El fin justifica los medios?
Podéis sacar vuestras propias conclusiones y dejármelas en los comentarios, estaré encantado de leerlas, pero ahora os voy a contar la mía. La versión corta es que, para mí, censura = caca en todos los casos, y os cuento el porqué.
Para empezar, ¿cuáles son los criterios seguidos para decir que este libro sí vale y este otro no? ¿Quiénes se encargan de revisarlos? ¿Quiénes se creen que son para tomar tales decisiones? No podemos darle semejante poder a una persona porque no sabemos qué va a hacer con él. Las criaturas deberían tener derecho a elegir, y por lo tanto disponer de total acceso a las obras que puedan resultar de su interés.
Segundo, censurar clásicos es como intentar tapar el sol, y no somos el Señor Burns. Son clásicos no porque sean antiguos, que también, sino porque han marcado la historia de la literatura. En muchas obras actuales se pueden encontrar paralelismos con ellas e incluso aún a día de hoy se siguen haciendo reescrituras. Las criaturas van a encontrarse tarde o temprano con la obra original, y mejor que lo hagan en un centro educativo o a través de sus familias, un entorno seguro en el que poder analizar y reflexionar el tipo de valores que estos cuentos trasmiten.
Sí, las criaturas son muy influenciables, y por eso debemos limitar su acceso a ciertos materiales de LIJ que fomentan la agresividad o la desigualdad o que les pueda causar un terror excesivo. No obstante, contra el machismo y la violencia, la solución es la educación, no la censura. ¡Y no lo digo porque sea profe!
Os pongo otro ejemplo: tanto en el manga como en el anime originales de Tokyo Revengers, una obra de Ken Wakui para público juvenil en la que un chico viaja en el tiempo para desvelar los secretos de una banda juvenil y así salvar la vida de su novia en el futuro, se ven muchos manjis. Estos son símbolos de la cultura japonesa muy conocidos y empleados en la actualidad que pueden tener muchos significados en Japón, como suerte, prosperidad o incluso una simple expresión de emoción o alegría.
El problema es que los nazis cogieron ese símbolo, lo torcieron y lo resignificaron con fines supremacistas: es lo que conocemos como esvástica. Esto ha causado que en occidente relacionemos el manji con el racismo o el fascismo, a pesar de que este símbolo se venía usando con anterioridad con un significado distinto o mismo opuesto.
Censurar el manji, además de ser tan importante para la trama de esta obra pues la banda que lo emplea se llama Tokyo Manji, no es solo imponer una visión etnocentrista sobre una cultura oriental, sino que prácticamente también significa continuar con el legado nazi al no devolver ese símbolo a su cultura original, a donde pertenece de forma legítima.
¡Obvio que habrá un choque cultural, pero es que es otra cultura! Si no quisiera aprender sobre otras culturas con obras literarias extranjeras me quedaría en casa viendo Padre no hay más que uno. De nuevo, la educación es clave, no la censura.
Ahora bien, ¿dejaría que una criatura de ocho años viese Tokyo Revengers? ¡¡NO!! Pero no porque sea una obra violenta, que lo es, sino porque su trama es muy compleja y las criaturas no llegarían a comprenderla del todo. Es decir, no es una obra dirigida a ese rango de edad.
Por otra parte, sí existen obras infantiles violentas o que dicen palabrotas y esas cosas. No estoy de acuerdo en censurar esas conductas porque, si bien es verdad que influyen sobre las criaturas, hay que tener en cuenta varios factores.
Para empezar, no es lo mismo una violencia gratuita que su uso a modo de defensa personal o de otras personas, como sucede en cómics de superhéroes y superheroínas, por ejemplo. Tampoco es igual que la violencia la emplee un personaje villano o no, si la violencia es realista o de fantasía, si se emplea como recurso cómico e irreal (como sucede en dibujos animados como Tom y Jerry), etc. Hay muchos factores, pero desde luego una criatura no se va a convertir en asesina en serie por ver La casa búho u Hora de Aventuras.
¿Y qué sería de todas esas obras sin conflictos, peleas, combates y destrucción que tanto gusta a la infancia si las censuramos? ¡Pues que serían un rollo! Este es un ejemplo bastante ilustrativo:
En mi opinión, todos los tipos de censura aquí expuestos son ridículos y no van a disminuír los índices de violencia o discriminación. No pongo en duda todos los estudios existentes sobre la influencia de las obras de ficción en las criaturas, pero sí me pregunto su impacto real en la sociedad, pues creo que tiene más peso la educación recibida en la escuela y en casa.
¡O sea, que dejemos de sobreproteger a la infancia! Es muy noble el querer alejar a las criaturas de valores tóxicos, pero debemos reconocer dos cosas: primero, que el libro perfecto y políticamente correcto no existe (y si existiese, sería un muermo); y segundo, que nuestra sociedad es machista y violenta, observar esas realidades desde la seguridad de la ficción hará que las criaturas comprendan la necesidad del feminismo y la defensa por la paz.
O al menos esa es mi opinión... ¿Cuál es la vuestra? Podéis escribirla en los comentarios, sabéis que me encanta compartir distintos puntos de vista (o lo sabríais si alguien comentase alguna vez :..D).
¡EN FIN!
Esta iba a ser una entrada breve pero siempre que escribo publicaciones de opinión me extiendo de más, por si no se me entiende bien. Pero sí se me entiende bien, ¿verdad? ^^;
Bueno, lo importante es que ya está aquí. Si logro cumplir con el calendario de publicaciones que me he propuesto y a la vez sacar adelante el TFG podéis esperar otra publicación este mes... pero ya se irá viendo.
Yo me despido ya, pero os recuerdo que... Bueno, ya os sabéis el rollo de memoria: suscribidos, comentad, compartid, seguidme, etc.
¡Hasta la próxima!
¡Nya! 😸