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miércoles, 31 de marzo de 2021

Rakso Reseña: El síndrome Mozart de Gonzalo Moure


 

El síndrome Mozart de Gonzalo Moure

Ficha técnica

Título: El síndrome Mozart

Autor: Gonzalo Moure

Editorial: Ediciones SM

Año: 2003

Colección: Los libros de Gonzalo

Páginas: 159 + autobiografía y entrevista al autor (depende de la edición)

Edad: a partir de los 12 años

"Pobre Mozart... Él tampoco disfrutó mucho de la vida, ni de la belleza. Pero usó su vida, descubrió belleza"

Reseña

De vacaciones en un pueblo de Asturias, Irene conoce a Tomi, un chico muy especial con un síndrome que lo convierte en un genio para la música, el mismo que en su día pudo tener el afamado W. A. Mozart. Tomi le enseñará a Irene una forma completamente nueva de vivir la música, y la hará reencontrarse con su instrumento. Pero la joven sospecha que su padre, el gran analista, esconde unas oscuras intenciones al rededor de Tomi, y debe andar con pies de plomo si quiere proteger a su nuevo amigo.

El autor de novelas como Palabras de Caramelo o Los caballos de mi tío no decepciona con esta otra entrega llena de música y amor. Y aunque ya tiene sus años, no se pasa de moda (digo la obra, no Gonzalo Moure). Emplea una narración con un lenguaje poético, casi lírico, como si realmente fuese una obra musical y no literaria.

Sin embargo, como no hay luz sin oscuridad, también debo hacer una crítica importante al libro: la romantización de las personas con síndrome de Williams. Aunque estoy seguro de la buena intención de Gonzalo Moure al retratar en su novela a un personaje con este síndrome, no toda la representación es buena. Al acabar el libro, uno tiene la idea de que las personas con síndrome de Williams son inocentes, dulces, amables... ¡como angelitos caídos del cielo con un harpa bajo el brazo! Y nada más lejos de la realidad, un síndrome no define nuestra personalidad. Es verdad que existen ciertos rasgos comunes, pero sólo es una característica más, no una parte de su personalidad.

Además, en varias ocasiones Irene se refiere a la condición de Tomi como una "enfermedad". ¡Diablos, señorita! El propio nombre lo dice, más claro agua: ¡un síndrome no es una enfermedad! Pero bueno, entiendo que esto se debe a la ignorancia de Irene, la protagonista, y no a la del autor.

A pesar de esta crítica, lo cierto es que este libro me ha llegado al alma (otra vez, ya que es una relectura). Realmente te ayuda a reflexionar sobre muchos temas, como la amistad o el amor, y en especial la música, aunque no hace falta tener un título de conservatorio para disfrutar de este libro. En definitiva, os recomiendo esta novela si os gustan las historias románticas, pero un poco diferentes... ¡Ah! Y si habéis leído Your lie in April (manga de Naoshi Arakawa) y tenéis ganas de más, también os puede gustar.

Análisis de la obra

¡Aviso a navegantes! Voy a intentar (intentar) que este análisis sea spoiler free... ¡Pero no prometo nada! Así que luego no me vengáis llorando en los comentarios. O sí, así alguien comentará algo...

El síndrome Mozart nos habla, inevitablemente, de música (duh!). Pero ojo, no es lo mismo escuchar música que hacerla... si lo sabré yo... Para los músicos, la música es como una rosa con espinas, si quieres cogerla, sabes que te vas a pinchar. De hecho, esta metáfora es muy acertada ya que el libro comienza con Irene limpiándose la sangre de los dedos después de un largo ensayo de violín. (Consejo: por favor, no ensayéis hasta que os sangren los dedos, no es sano).

Gonzalo Moure explora en esta novela las dos caras de la música a través de sus personajes, y del mismo modo trata el tema del amor, que a su vez tiene dos (o más) vertientes: el amor romántico, el de la amistad, el que sentimos por nuestra familia... Y también ese amor misterioso al que no sabemos clasificar, pero sabemos que es amor. Aunque si Tomi leyese esto diría que me estoy complicando la vida, que el amor es amor y punto. En la obra se hace una comparación entre el amor y la música, aquello que no es necesario explicar con palabras (y yo aquí perdiendo el tiempo, sabes).

Por supuesto, también tenemos que hablar que diversidad, aunque lo dicho, no es la mejor representación que podemos tener. Y ahora os estaréis preguntando: "Rakso, ¿qué narices es el síndrome de Williams?" Pues, a grandes rasgos... esto... veamos... *abre Google* 

No, a ver XD. El síndrome de Williams tiene muchísimos síntomas, desde un retraso del desarrollo de leve a moderado, hasta el encorvamiento del dedo meñique (aunque a Tomi no se le nota cuando toca el violín). Pero lo que nos importa aquí es su gran habilidad musical, que se irá desvelando a lo largo de la novela, junto a otros síntomas.

Personajes

 Irene

"Tengo diecisiete años, y aún no he nacido, y quiero nacer, aunque sea con diecisiete años de retraso" 

El personaje principal de toda la obra es Irene (o sea, es la protagonista). Pero es muy curioso como el resto de personajes están construidos a su alrededor, como un sistema planetario en el que ella es el sol. E Irene se siente sola e insegura, por eso necesita a todos y cada uno de sus planetas orbitando a su alrededor, aunque lo niegue, aunque a veces lleguen a estresarla...  En primer lugar tenemos a Yarchik y a Tesa, que son a su vez personajes sombra. Esto es, que uno es el contrario del otro. ¿Recordáis cuando dije que Gonzalo Moure explora las dos caras de la música a través de sus personajes? Pues a esto me refería. ¡Es que yo no doy puntada sin hilo!

¿Conocéis la película de Kuzko, El Emperador y sus Locuras? Pues podríamos decir que Yarchik y Tesa son el angelito y el demonio que le aparecen a Kronk en los hombros para aconsejarle. Son la voz de la conciencia de Irene. De hecho, ni siquiera aparecen en persona durante la trama principal de la novela, sólo en flashbacks. Irene se comunicará con ellos a través de medios telemáticos, que también tienen su significación: a Yarchik le escribe correos, que es un medio más "romántico" y reflexivo; mientras que con Tesa usa el teléfono, que requiere más inmediatez e impulsividad al tener que usar el lenguaje oral. Parecen tonterías, sí, pero son estos pequeños detalles los que pueden marcar la diferencia entre una novela normal y una brillante.

Yarchik

  "Pero la música es algo más: es la explicación de lo que no necesita explicación" 

Yarchik representa la música clásica, la belleza, la alta cultura, la naturaleza... Es un chico español de origen ucraniano, violinista como Irene, con una personalidad muy curiosa. Muchos dirían que es muy maduro para su edad, quizás demasiado. Yo digo, honestamente, que subestiman la madurez de los adolescentes. Y es que no hace falta escuchar música clásica ni leer a Góngora para ser una persona culta. Además, este tipo de personajes adolescentes tan existencialistas me parecen un pelín... irreales... O sea, Yarchik parece la reencarnación de Platón. Pero ojo, no estoy diciendo que no puedan existir personas así. De hecho, Gonzalo Moure nos cuenta en una entrevista que este personaje está basado en un chico real. Sólo opino que no todos los adolescentes parecen sacados de una novela de John Green (de lo que ya hablaré otro día), y, como contraejemplo tenemos a Tesa.

Tesa

"el piano te asfixia, chica. Aléjate de él, o te enterrarán en un piano"

Tesa es la completa antítesis de Yarchik. Representa la música rock, los ambientes alternativos, la urbanidad, la dureza, la impulsividad, el inconformismo... Es una chica punk que piensa en chicos y en viajar, tiene las cosas muy claras y todo lo que quiere lo consigue. Es muy echada pa'lante, y eso también influye en Irene. Nuestra protagonista es tan indecisa que Tesa la apoda como la "señorita Sí pero No". Irene, acostumbrada a hacer siempre lo que sus padres le decían, se dejará aconsejar por esta nueva amiga. A pesar de que Irene diga en varias ocasiones que ya no le cae bien Tesa, todavía conserva los discos y cintas que le regaló. Es decir, sea cual sea su relación actualmente, ya ha dejado huella.

Tomi

"Leer, no, pero me gustaría escribir música. Para que te la llevaras. ¡Tú no recuerdas la música como yo!"

Irene ahora está sola, en un entorno desconocido y nuevo para ella, y por muchos consejos que pida a sus amigos, esta vez debe ser ella quien tome las decisiones importantes. Decisiones que aún encima no sólo afectan a ella, sino también a Tomi, ya que puede cambiar su vida de forma muy drástica. Él, el chico con síndrome de Williams, curiosamente va a ser quien cure a Irene del síndrome Mozart. ¿Que qué es el síndrome Mozart? Pues en realidad no existe tal síndrome, es una especie de metáfora que se inventa la propia Irene. Mozart fue un niño prodigio al que le arrebataron la infancia, e Irene siempre estuvo expuesta a las altas expectativas de sus padres que nunca fue capaz de cumplir. Si sigue tocando el violín, es por miedo a decepcionarlos (en un ámbito educativo diríamos que tiene una meta de aprendizaje evasiva, pero no me voy a poner técnico ahora).

Pongámoslo así: Tesa vive la música desde fuera, sólo la escucha; Yárchik hace música, la disfruta; Irene la sufre; y Tomi, Tomi vive la música. Él no hace música, la descubre, vive en su interior, la música en su naturaleza más pura. Que quede claro que esto son reflexiones de Irene, y aunque queda bonito en el papel, la realidad no es tan poética. Es cierto que los niños con síndrome de Williams tienen una habilidad musical por encima de la media y se puede potenciar muchísimo, pero lo de "resucitar a Mozart" quizás les queda un poco grande... De hecho, es lo que pretende evitar Irene, que Tomi padezca el síndrome Mozart,

Personajes secundarios

Y esto nos lleva a hablar de otros dos personajes, los padres de Irene. Comenzando por su madre, esta pieza brilla más por su ausencia que por su presencia (y esto no es malo, de hecho hay personajes que son mucho más valiosos fuera de cámara, como la señorita Belle de las Supernenas). No queda claro si la madre de Irene es en realidad su madrastra o qué demonios pasa ahí, pero no le gusta que su hija la llame mamá. La relación entre ellas dos es fría y lejana, y esto va a tener relevancia en el futuro. Su padre, por otra parte, es un psicoanalísta sin moral a ojos de su hija. Desde un primer momento, Irene va a ver en él un gran peligro para Tomi, al que siente que debe proteger a toda costa, aunque esto signifique tener que mentirle a sus padres.

En contraposición, tenemos a la madre de Tomi, una mujer cariñosa, cercana, amable... De nuevo observamos una dicotomía: Yarchik y Tesa; Tomi e Irene; las dos caras de la música... y ahora los pares de Irene respecto a la madre de Tomi. ¡Este libro podría resumirse en una moneda de dos caras! Es una madre en toda regla, preocupada por su hijo, pero alegre de poder verlo feliz. A su vez, también realiza en cierto modo el papel de madre de Irene, ya que la suya es mucho más distante. De hecho, la protagonista confiesa sentir celos de la relación que Tomi tiene con su madre. Ella no es sobreprotectora, como lo suelen ser los padres de niños con algún tipo de síndrome. Ella le da libertad a su hijo, pero lo protege desde la distancia, y aunque le encantaría poder tenerlo siempre cerca, sabe que algún día echará a volar. Y ese día se sentirá orgullosa de su hijo.

Recursos literarios

 Ya he hablado un poco por encima de los símbolos de la música y el amor, los personaje sombra... y podría seguir hablado de alegorías a las teorías filosóficas de Platón en las ideas de Yarchik sobre la naturaleza y la división de la sociedad en cerdos y jabalíes (que, por cierto, me parece súper clasista). Sin embargo, lo que voy a hacer es centrarme en lo que más me ha llamado la atención de la novela, que es la narración. Gonzalo Moure emplea en El síndrome Mozart una técnica narrativa que nunca había visto antes, y si le tuviese que dar un nombre sería este: la narración contrapuntística.

La novela tiene una estructura circular (acaba en el mismo punto en el que comienza) y mezcla dos tipos de narradores: un narrador en primera persona, personificado por la protagonista a través de una especie de diario; y otro en tercera persona, a modo de flashbacks, que suceden cuando Irene rememora ciertas escenas a la vez que escribe en su cuaderno. Es más, todo el texto en sí es una especie de gran flashback en el que Irene escribe actos que ya han sucedido en el pasado próximo, y acaba con una declaración de intenciones sobre el futuro. Es decir, tiene un final abierto de par en par, como tanto le gustan a Gonzalo Moure.

Y diréis: Rakso, mezclar estos dos narradores es completamente normal. Y es verdad, pero lo original es cómo cambia de uno a otro, es decir, los enlaces. Y es que la última frase de Irene escribiendo en su cuaderno antes de que se suceda el flashback es la primera frase del narrador en tercera persona, y viceversa. De esta forma no hay cortes, ni siquiera hay cambios de capítulos (es más, ni sabría decir si este libro tiene capítulos, en el sentido clásico de la palabra). Si fuese una película, no habría fundidos a negro para cambiar de escenas, sino que una escena se solaparía encima de otra durante unos segundos, y esa es la sensación que nos deja esta técnica.

¿Por qué técnica contrapuntística? El contrapunto en realidad es una palabra del ámbito musical. En las canciones pop actuales existe una melodía principal (que normalmente es lo que cantamos) que es acompañada por un acompañamiento (valga la redundancia). A veces puede haber dos melodías, pero está claro que una es la principal y la otra sólo está acompañando de forma secundaria. No es así en el contrapunto, donde encontramos dos melodías que tienen exactamente la misma importancia, y se van  turnando el foco principal en una especie de conversación, o hablan a la vez sin taparse la una a la otra. Irene y Tomi interpretan algunas improvisaciones que incluso podríamos clasificar en la técnica del contrapunto. ¿Adivináis que otro compositor clásico destacó por componer obras contrapuntísticas? Una pista: está en el título del libro. Gonzalo Moure aplica esta técnica en la literatura de una forma, a mi parecer, brillante.

Valoración personal

No me gusta cerrar ninguna reseña sin dejar un pedacito de mí en ella, y lo de puntuar las obras del uno al diez o con estrellas no me gusta demasiado... Es decir ¿cuál es el criterio? ¿la calidad literaria? ¿el gusto personal? Me parece una forma muy subjetiva de valorar, y por eso prefiero expresarme directamente con palabras. El caso es que esta obra falla a la hora de representar fielmente la realidad de los niños con síndrome de Williams, pero eso no me ha impedido disfrutarla hasta el máximo. Además, el final le da un significado algo distinto, aunque creo que depende más de la interpretación que le de cada uno... (y no diré nada más, si queréis saber de qué hablo, os leéis el libro. ¡Ala!)

Lo cierto es que siendo yo un amante de la literatura y de la música, sentía como si este libro me hablase a mí. Como músico, muchas veces me he sentido frustrado, pensando que mis habilidades no mejoran y que nunca seré lo suficientemente bueno. Sin embargo, no hace falta tocar un instrumento para poder identificarse con este sentimiento. Da igual a lo que te dediques, seguro que en algún momento te has sentido estancado como Irene (cofcof síndrome del impostor cofcof). El síndrome Mozart nos quiere enseñar a disfrutar de nuestras pasiones, no a sufrir con ellas; a no rayarnos demasiado con nuestras preocupaciones y aprender a ver la vida desde una perspectiva más simple, con los ojos de Tomi.

"las cosas más sencillas son siempre las más difíciles de encontrar"